sábado, 23 de mayo de 2009

El futuro del coche americano está en juego


En los años 70 ocurrió la crisis del petróleo y obligó al primer Mundo a cambiar sus esquemas. La dependencia energética estaba ahí y la industria automotriz tuvo que replantearse varias cosas. El petróleo barato e inagotable no era tal, y en los años siguientes los motores empezaron a ser más eficientes con caracter permanente.

En los últimos años se relajó este requisito, y volvimos a una era de bajos precios, de modo que no importó la proliferación de los SUV y todoterrenos con motores de gran cilindrada, América se lo podía permitir. La alerta roja llegó el verano pasado, cuando el barril de petróleo tocó techo a casi 160 dólares el barril. Había que ponerse las pilas con carácter de urgencia.

Barack Obama, un presidente más volcado a la realidad que a hacer favores a determinados lobbys como el petrolífero, ha tomado cartas en el asunto. Colabora a evitar el hundimiento total de General Motors, Ford y Chrysler, los niños mimados de Detroit, pero con condiciones. Su última medida ha sido pedir una reducción del consumo medio de un 40% para 2016.


En ese caso estamos hablando de una eficiencia de 15 km/litro, o lo que es lo mismo, 6,66 l/100 km de media. Esta medida es el mayor cambio al que se enfrenta la industria del motor americana desde la Ley de Aire Limpio de 1970. El objetivo es reducir la dependencia del petróleo extranjero y avanzar hacia una mayor autosuficiencia energética.

Así, se pretende reducir en 900 millones de toneladas las emisiones de dióxido de carbono y ahorrar unos 1.800 millones de barriles de crudo para 2016. Este ahorro equivale a las importaciones de crudo desde Arabia Saudí, Libia, Nigeria y Venezuela en 2008. Y no es precisamente poco.



Además, el Congreso contempla incentivos muy generosos para cambiar un viejo trasto por un modelo más eficiente. Actualmente los modelos americanos han avanzado mucho en eficiencia, pero todavía les quedan muchos deberes por hacer. ¿Y quién ha hecho esos deberes? Los europeos y los japoneses, seguidos de los coreanos.

Los fabricantes extranjeros están haciendo mucho daño a los tres grandes de Detroit al invadir su mercado. Los híbridos, diesel y coches más eficientes en general se venden cada año más, y la ventas de coche americano se hunden. La explicación es sencilla, la necesidad aprieta más que el patriotismo motorizado.



Más de uno por estos lares, por no decir la mayoría, sueñan con un cochazo americano con cilindrada de autobús, más de seis cilindros y sonido de gloria. Sin embargo, ese sueño cada día está más amenazado. El downsizing, sobrealimentación, inyección directa, propulsión alternativa, hibridación, bioetanol, coche eléctrico… se suman a la cultura automotriz de ese país progresivamente.

Además, hay que pensar en que el petróleo no es un bien ilimitado sino todo lo contrario. Su agotamiento (a efectos prácticos y de rentabilidad) está previsto para unas pocas décadas. Es cierto que el aumento de eficiencia implicará por narices un aumento de precio de los coches debido a la I+D necesaria… pero en marcas americanas.



Los europeos, japoneses y coreanos llevan años de ventaja y saben mejor que nadie cómo exprimir al máximo los motores para sacar la máxima potencia con el mínimo gasto posible, y sus avances son espectaculares. Más les vale a los grandes de Detroit igualarse tecnológicamente con ellos si quieren vender coches. Los americanos son americanos, pero no tontos.

Fijáos en el siguiente gráfico. Desde 1970 la producción máxima de petróleo en su propio territorio no ha vuelto a recuperarse (peak oil) y está cayendo en picado. Sus importaciones y dependencia crecen año tras año, ya lo dijo Bush: “America is addicted to oil”. Para una vez que el hombre dijo algo sensato y como si nada.



Con ello no creo que desaparezca el concepto de muscle car y en general motores grandes, pero sí deberá cambiar el chip. Siempre habrá combustibles alternativos con los que alimentar a motores grandes, pero a gran escala ese modelo no es sostenible. Existe un desfase entre la potencia de los motores y la necesidad real de los usuarios.

Una de las consecuencias de esta medida es el retorno del coche eléctrico en un futuro muy cercano. A finales de los años 90 y principios de Siglo las pocas iniciativas que había al respecto fueron jubiladas a golpe de presión legislativa y oscuros intereses.

En menos de 10 años van a tener que deshacer todo ese trabajo. No les queda otra. El año que viene aparecerá el Chevrolet Volt, ¿será un éxito de ventas? Pues tiene toda la pinta.

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